Permanezco sentado, solo, en mi trono de oscuridad, podría parecer que duermo, que estoy tallado en piedra negra, que todo me es ajeno … ¡que equivocación!
Mi interior es un torbellino de fuego, de dolor, de sangre. Una vorágine de imágenes y sensaciones me invade eternamente, el poder de verlo todo, de sentirlo todo, es en ocasiones, mi maldición.
De entre toda esta vorágine de sensaciones, hay una que destaca especialmente, de todas las miserias y sufrimientos que alimentan mi espíritu, la que hoy me invade con mayor fuerza, es sin duda la traición, la deslealtad, la villanía, el tufo que exhalan los desagradecidos, el hedor de la mezquindad.
No es que me disguste, en realidad, esa podredumbre constituye la base del mal, la simiente que algún día florecerá y descompondrá el mundo, y eso … ¡eso me satisface!
Pero por mucho que me agrade la miseria de espíritu, tengo un reino que gobernar y he de mantener unido a mi pueblo, encuentro por ello mas que conveniente desterrar esos focos pestilentes de traición, mas allá de mis fronteras, para que puedan extender sus tentáculos entre los desprevenidos, los inocentes, esos pobres miserables que se creen felices, ignorando que acabo de plantar entre ellos la cizaña del odio, que sin duda les consumirá.
No puedo permitir por mas tiempo que los escarabajos perturben a los Dragones y minen la moral de las tropas con insultos, con burlas hacia ellos, vomitando mentiras, predicando traiciones.
Boromir_Gondor, Skasnik (Archaon), id pues y divulgad vuestro sedicioso discurso entre los incautos, para mi propia gloria, pero no oséis regresar jamás a mis tierras, si lo haceis, vuestros palidos pellejos ondearán en los estandartes de mis tropas de elite.
Sauron, Señor de la Tierra Negra, Forjador del Anillo.
Recordad, que mi ojo vigila, ¡siempre vigila!