
LA MAYA DE FROID
Prólogo
Creéis que lo sabéis todo sobre los antiguos relatos recopilados por los elfos, pero aunque os tiraseis toda una vida mortal leyéndolos no encontraríais vestigio alguno de este, pues fue extraviado en los pasos de los campos Gladios cuando se trasportaban a el valle de Ribendel. Una primitiva tribu de trasgos capturaron y mas tarde mutilaron cruelmente al mensajero que transportaba el relato que vamos a tratar a continuación. Esta narración llegó a manos de la torre oscura cuando una partida de Uruks negros de Mordor pasaba por las montañas buscando fieles que siguieran el poder renacido de Sauron. Tras esto poco se sabe ya, pues debió permanecer tras las puertas negras hasta que, definitivamente el Único fue destruido y con él la tierra negra. Tras eso se podría decir que el relato se destruyó completamente. Pero en años prósperos tras el retorno del rey de Gondor fue descubierto un pergamino con una historia de la que nunca se había oído hablar. Un joven campesino descubrió el pergamino en alguna parte de la Marca. Cómo llegó ahí es lo que se narrará esta historia. Las hazañas de un héroe, un objeto mágico ya olvidado y de una hazaña que debería dar ejemplo a cualquiera que lea el relato, fue lo que se encontró aquel humilde campesino de Rohan.
Acto uno
Capitulo I. La búsqueda del Enör
Flundir, elfo del Bosque Negro, acababa de llegar de la hora de caza y lo único que pensaba era en la fiesta de la noche por la celebración de la victoria sobre Bolgo en la legendaria Batalla de los Cinco Ejércitos. Durante toda la semana que había transcurrido desde la reconquista de Erebor, los comerciantes elfos habían adquirido una gran cantidad de una nueva cerveza de miel llegada desde la casa de Beorn. Este la intercambió con los elfos, tras la batalla, a cambio de unas fresas silvestres muy amargas propias del Bosque Negro.
Cuando llegó la noche, el banquete ya estaba dispuesto. Todos los elfos de la casa de Trhanduil estaban sentados. Pero no solo elfos asistieron al banquete, Dáin pie de hierro y Balin asistieron invitados por el rey del bosque como compensación del incidente de el ultimo paso de enanos por el Bosque Negro.
-Definitivamente, está todo olvidado.- Dijo Balin sentándose mientras observaba los apetitosos guisos sobre la mesa.- Lo que es pasado, pasado está.
-No lo dudo-Contestó Trhanduil con aire amable-, pero hay que celebrar la reciente victoria y por el retorno del rey bajo la montaña.
-¿Desde cuando los elfos son tan considerados con los enanos?-Preguntó Dáin como hablando consigo mismo.
-Desde que ambos lucharon juntos en la Batalla de los Cinco Ejércitos, como afirma Balin, lo que es pasado, pasado está. Que se canten ahora en adelante canciones sobre la amistad entre elfos y enanos.-Dijo Thranduil alzando su jarra, todos le respondieron. Al poco estaban bebiendo y comiendo, cantando viejas canciones y componiendo otras nuevas sobre la caída de Smaug y sobre el retorno del rey bajo la montaña. Pero Balin no hacía caso a estas celebraciones.-Decidme señor enano. Qué oscurece tu mente.
-No es tiempo de festejar, sino de llorar por los compañeros caído, es tiempo de rendir homenaje al verdadero rey bajo la montaña, que ahora descansa en el corazón de esta.-Respondió Balin con un aire triste. -No se ha de olvidar a los caídos, pero tampoco hay que buscar fantasmas entre los vivos-dijo el rey-.Tras los montes asoma un nuevo día, aún en penumbra, pero con la intención de ser un día aún más luminoso que el anterior. Decidme señor enano, ¿qué propósitos guardáis para las próximas jornada?
-He estado pensándolo estos días y he decidido por fin la mejor manera de rendir homenaje ha Thorin escudo de roble-dijo Balin y tras esto le cambió la voz, más profunda y gloriosa, como recordando la era de Durin y los tiempos gloriosos de los reyes enanos-. Partiré hacia Khazad-Dûm, la mina del enano. Ha reconquistar lo que una vez fue nuestro. Partiré hacia Moria y expulsaré a los profanadores de la tierra santa.
Tras esas palabras hubo un silencio rotundo. La llama roja que alumbraba el banquete pareció ensombrecerse junto a los rostros de los presentes. El silencio pareció eterno. Al final el rey habló.
-Son esas palabras amargas. Moria está desde hace tiempo controlado por trasgos salvajes y crueles. Más rastreros si cabe que contra los que luchamos reciente mente, ya que estos no se dignaron a someterse al mandato de Bolgo cuando se proclamó rey de las Montañas Nubladas. Incluso con lo poderoso que era no se atrevió a enfrentarse a esa raza evolucionada de trasgos.
-Estoy al tanto de ello, poro no es eso lo que realmente te preocupa. ¿Verdad?
Trhanduil miró seriamente al viejo enano como intentándole reprochar algún incidente ocurrido hace ya mucho tiempo. Dáin al fin comprendió en que pensaban y a que venía tanto alboroto.
-El Daño de Durin, la sombra y la llama bajo la montaña.-Susurró.
El silencio continuó, el ambiente ya no era amable y calido. Una brisa fría se precipitó entumeciendo incluso a Dáin, el más robusto de los enanos. En cambio Balin se mantenía firme, erguido como una imponente estatua de piedra de tiempos antiguos, su expresión era seria. Balin el más viejo de su raza había rejuvenecido 100 años y estaba resplandeciente y glorioso. Por fin habló.
-Se lo que simboliza esto para los elfos, pero hace décadas y lustros que no se habla del Balrog y no es por otra cosa que este se exilió en las profundidades de las montañas nubladas y se perdió. Nunca más se oyó de él. No temo a fantasmas olvidados, pero si detesto que mis tierras estén en poder de trasgos. No hay marcha atrás. Te hablo ahora a ti, Thranduil rey del Bosque Negro, para que cumplas tu boto en el que juraste prestar ayuda cuando la precisemos.
-Se muy bien lo que juré, pero tampoco voy a poner en peligro las vidas de mis hombres para apoyarte en esta lucha sin causa. A cambio puedo cumplir mis botos de otra manera. No se si tienes conocimiento de Enör, es un material extraído del espíritu de los bosques, conocido en lengua común como el cristal de los Ainor. Tan solo hay un Enör en cada bosque de la Tierra Media. Cobran valor cada vez que nace un árbol y solo pueden ser moldeados por los artesanos más hábiles. Podrás contemplar el Enör del Bosque Negro incrustado sutilmente en el trono de la sala contigua del este del palacio. Pero no podemos ofreceros ese presente, pero en cambio podríamos otorgaros el Enör de otro bosque-Estas palabras parecieron captar la atención de ambos enanos-. No podríamos reclamar el Enör de Lothlorien, ya que este pertenece a la dama y esta lo utilizó para moldear el recipiente donde guardaría la luz de su estrella. Tampoco podríamos reclamar el Enör del Bosque Viejo ya que para llegar allí habría que atravesar las montañas nubladas. Si ustedes, señores enanos, desearíais que os pagáramos nuestra deuda de esta manera, deberíamos conseguir el Enör de Fangorn, es viejo y despreocupado de asuntos ajenos, pero son amigos de los elfos desde tiempos antiguos. Podríamos conseguir su Enör. Pero el camino es largo y tortuoso, y tendríamos que mandar a nuestros mejores exploradores. Yo creo que se cumplirían correctamente mis botos con vuestro pueblo si os otorgara este presente.
-Así sería, si es cierta la grandeza de este material.-Alego Balin, que ya parecía volver a ser ese anciano relajado y tenue.
-Pues así sea-Declaró finalmente Thranduil-. Que se pague así nuestra deuda. Pero hay una duda que aún me ronda la mente. ¿Cuándo pensáis emprender vuestra reconquista?
-No inmediatamente-Respondió Balin-. Tendré tiempo de celebrar la victoria y más aún de recordar a los caídos. Cuando vea apropiado prepararé un ejército digno de esa labor, aunque tras la reciente victoria se habrán debilitado los ejércitos trasgos durante años, pero aún así toda precaución es poca. Este procedimiento podría durar años, así que no pido el cumplimiento de tu juramento en un periodo cercano.
-No se hable más-Concluyó el rey-. Que el tiempo cure las heridas y la bebida alegre nuestros pensamientos. Por la reconquista de Erebor y por la derrota de Bolgo.
La celebración se prolongó hasta muy tarde, y tal como dijo Thranduil, la bebida alegró los pensamientos de los dos enanos, los cuales se despreocuparon del asunto de su próxima reconquista en un tiempo.
***
Las semanas se trasformaron en meses, y las estaciones pasaron entes de que cualquiera se percatara de ello. Los años enriquecieron Erebor y los cantos de la derrota de Smaug y del retorno del rey bajo la montaña ya se habían extendido hacia el sur y el oeste. Fue un mañana de un invierno tardío cuando se volvió a tratar el tema mencionado en el banquete hace ya varios años. Se dispuso en el palacio del Bosque Negro un concilio al que asistieron los mejores exploradores, cazadores y arqueros de la región. En este encuentro se debatieron asuntos como si debía cumplirse o no la promesa hecha en su día a los enanos. La conclusión fue enviar una partida de 12 cazadores elfos al bosque de Fangorn, estos conseguirían su Enör y trasladarlo hasta la recién reconquistada Moria. Partió así Flundir, sin saberlo, a la mayor aventura que el conocería.
La marcha se prolongó un mes, cruzando el bosque negro hasta llegar al Río Grande. Sin dificultades para unos exploradores elfos de ese calibre. Ya podían correr livianamente sin descanso durante varias jornadas descansando tan solo unas pocas horas, como podían andar con un sigilo de ave para pasar desapercibidos entre miradas ajenas. Una vez cruzaron el río grande se dispusieron a continuar por el páramo, hasta llegar a Fangorn, pero fue a poco más de la mitad de ese trayecto entre el río y el bosque cuando un inesperado incidente les hizo detenerse.
-Guerreros Dunlendinos, quince si mis ojos no me engañan. Allá al este-Advirtió Dúmil, el capitán y coordinador del grupo de cazadores-.
-Y otros siete nos llevan siguiendo poco después de dejar el río grande-Destacó uno de los cazadores mientras miraba al oeste.
-Estamos rodeados-Concluyó Dúmil-. Nos cerrarían el paso si fuéramos hacia el norte. Esto es lo que aremos, Eregir, Flundir y Glondin volveréis al este y distraeréis a los que nos vienen siguiendo. Los demás vendréis con migo y asaltaremos por sorpresa a los quince que nos cortan el paso.
Así hicieron, ambos grupos partieron a cumplir su propósito. El grupo de Flundir no tardó en alcanzar su objetivo. Era ya de noche cuando decidieron cumplir lo acordado. Glondin, el más rápido de los tres, distraería a los siete hombres, mientras que Flundir y Eregir dispararían desde la retaguardia enemiga. El plan pareció ir bien de principio. Glondin alcanzó con una flecha a uno de los dunlendinos. Todos los demás le siguieron. No pudieron seguirle el ritmo y al poco rato ya estaban agotados. No habían parado aún de correr cuando una lluvia de flechas procedente de una colina próxima les sorprendió. Flundir y Eregir se habían dispuesto ahí en el tiempo que Glondin les dio. Pero hubo un detalle que no advirtieron lo suficientemente pronto. Solo había 5 hombres bajo la colina. Para cuando se dieron cuenta el guerrero extraviado había ensartado a Eregir por la espalda. Golpeando con una velocidad instantánea la cabeza de Flundir.
Cuando despertó se vio maniatado junto a Glondin. Observó a su alrededor, ya había caído la noche. Vio a los guerreros dunlendinos calentándose frente a una hoguera. A su derecha una gran roca les resguardaba del viento de levante. La roca se apoyaba sobre el lecho de un río de agua oscura. Los hombres gruñían y discutían. Solo quedaban cuatro, tras la nefasta emboscada Glondin logró abatir a dos fornidos enemigos antes de caer presas de estos.
-Chss, Glondin-Llamó Flundir, le golpeo delicadamente para despertarlo.
-Como me duele la cabeza. –Respondió Glondin incorporándose y contemplando la situación en la que habían acabado.
-Silencio, no debemos empeorar nuestra situación.
-¿Qué hacemos ahora? No sabemos donde estamos ni a donde nos llevan.
-Espera un momento-Interrumpió Flundir percatándose de un suceso invisible para ojos mortales-. Esa roca parece haberse movido.
-¿Qué está pasando?
Ambas preguntas se respondieron por si solas. Mientras los bárbaros hombres se calentaban junto a la hoguera no se dieron cuenta que la encorvada roca parecía erguirse y alcanzar una altura aún más amenazadora de la que tenía inicialmente. Uno de los guerreros lanzó un grito de terror. “Troll”. Tras esto hubo un crujido atronador, el troll se giró y en ese mismo acto arrastró su brazo bruscamente por el suelo golpeando a uno de los desprevenidos guerreros. Este troll no se trataba de uno común, sino de un fornido troll de río, estos habitan a las orillas de los ríos ocultándose del sol en agujeros que excavan ellos mismos. Este en particular era un troll de río grande y de piel gruesa, con unos robustos colmillos que le asomaban desde su mandíbula inferior. Estos no los tardó en usar. Aferró a uno de los hombres y arrancó fríamente de un mordisco su cabeza. Mientras, otro de los guerreros dunlendinos intentó clavarle una lanza. Pero esta se quebró al impactar contra su ruda espalda. El troll miró a su agresor y lo golpeó empujándolo hacia el lecho del río donde perdió el conocimiento cuando chocó su cabeza contra unas rocas. Parecía que el horror había cesado cuando el gran troll del río se percató de los dos elfos maniatados tendidos en el suelo. Este se aproximó a los elfos, cuando este se disponía a golpearlos una flecha le arrancó su oreja de cuajo. El troll se estremeció. En pocos segundos se veía rodeado de unos 8 guerreros dunlendinos y la batalla comenzó. Mientras se desataba el caos en el río los dos elfos se libraron de sus ataduras en unas afiladas rocas. Cuando al fin se liberaron y hubieron empezado a correr una flecha atravesó por la espalda a la altura del abdomen a Glondin este se cayó al suelo con un grito amargo.
-¡Corre y reúnete con nuestros compañeros!-Gritó
-De eso nada, no te pienso dejar aquí-tras estas palabras, Flundir cogió a su compañero y se lo puso a los hombros. Los guerreros no le siguieron inmediatamente ya que estaban bastante ocupados intentando ser pisoteados por el furioso troll del río. Esto le dio la ventaja suficiente a Flundir para que pudiera huir aun llevando a cuestas a su compañero.
Cuando se detuvo ya hacía rato que el sol había salido. Flundir estaba agotado, había pasado toda la noche corriendo con Glondin a cuestas. Había avanzado varias millas y ya estaba bastante cerca de Fangorn.
-Para un momento, déjame en el suelo- Murmuró Glondin-. Debo decirte algo.
Flundir tendió delicadamente a Glondin en el suelo.
-No hay nada que puedas hacer. La medicina elfica la trasportaba Dúmil y no ha habido señal alguna del grupo desde que escapamos-Glondin rió brevemente con un susurro-. Es curioso. Siempre he creído que nunca moriría y que viviría tranquilamente cazando y componiendo canciones sobre el bosque negro y sus habitantes. Pero mírame ahora, la mayor parte de mi sangre elfina se ha vertido sobre tu espalda y jamás podré recuperarla. Es hora de que recorra este último viaje. No me olvides.
Tras esas palabras Glondin cerró los ojos. Flandir le corrió una lágrima por la mejilla. Una hora después, Flundir ya había acabado de dar sepultura a su compañero y amigo. Tras ello recogió las flechas y la daga de su compañero caído. Al fin partió con la única esperanza de encontrar a sus compañeros. Tras un día de marcha ligera, perseguido por los guerreros dunlendinos, por fin alcanzó a sus compañeros. Pero estos no estaban igual desde que se separaron. Los cuerpos mutilados de los elfos estaban esparcidos por una planicie. Una dura batalla se había producido ahí hace un día. Los elfos habían logrado abatir a siete de sus enemigos, antes de que acabaran con el último de ellos.
No era tristeza lo que sentía en ese momento, sino una rabia inconcebible en la mentalidad elfica. Ahora solo podía pensar en una cosa. Venganza. Corrió hacia Fangorn pero siempre asegurándose de los dunlendinos le seguían. Una vez allí preparó el terreno para una emboscada. Pretendía asaltar a un grupo de cinco fornidos hombres salvajes de Dunland. Así es, cinco. El troll de río acabó con gran parte de los guerreros antes de que el jefe de estos ensartara con su espada la cabeza.
Pasó el día y le dio tiempo a colocar un par de trampas. Montó guardia toda la noche subido a la rama de un árbol, con la vista fija en el oeste. Cuando llegó la mañana avistó al grupo errante de guerreros. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Flundir preparó una flecha en su arco y disparó al primero del grupo. Alcanzó a este en el hombro, que no era otro que el jefe que anteriormente había acabado con el troll. Este se detuvo, aferró con fuerza la flecha de su hombro y la rompió. Tras ello miró al cercano bosque pero entre la pared de árboles no logró avistar al desapercibido elfo.
El grupo siguió corriendo. Flundir lanzó una flecha tras otra hasta derribar completamente a dos de los cinco hombres. Una vez estuvieron en la entrada del bosque saltó livianamente de rama en rama. Dispuso sus dos dagas, una de las cuales de su compañero caído. Por suerte una de sus trampas dio efecto e hizo tropezar a uno de los guerreros en una cama de piedras afiladas camuflada con hojas secas. Cuando los dos guerreros restantes estuvieron debajo del árbol adecuado, Flundir se precipitó sobre ellos. Ambos lo esquivaron, pero al instante de haber tocado el elfo el suelo, hubo lanzado un cuchillazo al guerrero más enjuto de los dos. El cual cayó al suelo. El jefe, que era ahora el único que quedaba golpeó a Flandir en el abdomen. Este, aunque dolorido, intentó luchar por sus compañeros caídos y ahora por su propia vida. En este último esfuerzo de supervivencia consiguió herir a su oponente en el muslo. Lo que no le importó mucho. Pateó al elfo y se dispuso a poner fin al duelo cuando, para el asombro de Flundir, una flecha le atravesó la garganta.
El dunlendino cayó pesadamente al suelo. Flundir, paralizado, observó al abatido guerrero. Tras eso, un extraño hombre salió de la maleza. Este era de rasgos de los hombres del norte. Estaba vestido con unas finas ropas de piel. Llevaba un arco en la mano y un carcaj en la cintura. Pero lo que destacaba en el extraño personaje era una gran espada que le colgaba en la espalda. Esta desentonaba con el tema general del hombre. Parecía haber sido forjada por hombre, era larga y con una empuñadura firme y labrada en plata recubierta con cuero color tostado. Este se aproximó a Flundir y habló.
-Mi nombre es Froid y tienes un minuto para explicar por qué has traído al enemigo hasta Fangorn.