Relato

Llegan noticias de la caída de Osgiliath a la Graja-fortaleza de Hennerth Anours, en Gondor. Al no tener la protección que ofrecía Osgiliath los habitantes de Hennerth Anours debe huir... a Minas Tirith...


Aquella mañana llegó un mensajero a la Graja-fortaleza de Hennerth Anours. Denlaf hijo de Danthor estaba en los cultivos, recolectando maíz, cuando vio que su padre se aproximaba corriendo de los muros de Hennerth.
- Hijo, corre, ve a casa y dile a tu madre que se prepare.- dijo Danthor.

- ¿Qué se prepare para qué, padre?
- No hay tiempo para eso, corre, ve a decírselo.
- Pero...

 

Aquella mañana llegó un mensajero a la Graja-fortaleza de Hennerth Anours. Denlaf hijo de Danthor estaba en los cultivos, recolectando maíz, cuando vio que su padre se aproximaba corriendo de los muros de Hennerth.

-         Hijo, corre, ve a casa y dile a tu madre que se prepare.- dijo Danthor.
-         ¿Qué se prepare para qué, padre?
-         No hay tiempo para eso, corre, ve a decírselo.
-         Pero...

 No pudo decir más, su padre se fue corriendo. Era un día extraño... la sombra de Mordor se aproximaba rápidamente. Denlaf se fijó en Hennerth Anours. Como su nombre indica, la  Graja-fortaleza de Hennerth Anours era una granja- fortaleza. Sus blancos y resistentes muros protegían uno de los lugares que producían buena cantidad de víveres que abastecían a Minas Tirith. La fortaleza tenía forma pentagonal, y en cada uno de sus vértices había un torreón con una catapulta. La defendían setenta guerreros nacidos y entrenados en Minas Tirith entre los cuales se incluía al padre de Denlaf, que se fue a vivir con él a la fortaleza. En la granja trabajaban cincuenta campesinos: treinta estaban en los cultivos y veinte se dedicaban a la cría de ganado. Denlaf trabajaba para un campesino llamado Lemedorth para así poder ganarse un dinerillo.

Después de echar un vistazo a Hennerth Anours se encaminó a su casa temiendo no volver a ver lo que durante trece años había sido su hogar...

 
Llegó a su casa para comprobar, que... no había nadie. Todo el mundo estaba ajetreado: yendo hacía allí, llevando cosas por allá, cargando carros con víveres... pero entre toda esa gente no veía a su madre. Lebbenur, un amigo de su padre, que también era guerrero, fue a buscar a Denlaf al que encontró saliendo de la casa.

-         Denlaf, pero, ¿qué haces aquí?
-         Venía a traer un mensaje a mi madre.
-         Pero si tu madre se fue hace tiempo.
-         ¿Adónde?
-         A las puertas, con los demás..., ¿es que no sabes lo que está pasando?
-         Es justo lo que me gustaría averiguar.
-         Vaya... mira Osgiliath a caído en manos de Mordor y una avanzadilla se dirige hacía aquí con la misión de matar y destruir a todo ser, edificio u objeto que encuentren en el camino...
-         Cuando partimos...

En ese mismo momento sonó desde uno de los  torreones un cuerno... anunciando lo que, Denlaf nunca esperaba que sucediera,... orcos...

 
Todo sucedió muy deprisa: gente refugiándose en las casas, soldados armándose con arco y flechas, ingenieros de las catapultas preparándolas y campesinos cogiendo espadas y lanzas, que ni siquiera sabían utilizar. Denlaf no pudo soportar estar quieto sin hacer nada. Se metió en casa y cogió su espada, forjada por él con mucha ayuda del herrero, que, al contrario que los campesinos, sabía manejar gracias a las lecciones de su padre. Se encaminó a los muros y subiendo la escalera con impaciencia se encontró con un paisaje aterrador... la sombra de Sauron estaba ya a cinco metros de la fortaleza, y a la cabeza de la sombra... orcos. «¡Son doscientos!»─ gritó una voz en uno de los muros.
Denlaf fue corriendo a por su padre que estaba reunido con el general y los capitanes de los cinco torreones. Cuando llegó a su lado gritó:

-          ¡Yo puedo luchar!
-          Pero que dices, hijo. ¿Qué haces aquí? 
-          ¡Puedo luchar!
-          Danthor, si puedes hacer que tu hijo se retire a tu casa podríamos seguir la conversación. Bueno, lo que iba diciendo, son una avanzadilla de doscientos orcos, armados con dos catapultas. Nosotros tenemos tres catapultas en el frente por lo que podemos inutilizar fácilmente sus armas de asedio. El problema es que estamos en inferioridad numérica, mientras ellos son aproximadamente doscientos diez orcos, nosotros contamos con setenta guerreros bien entrenados y un mísero grupo de unos  treinta campesinos, en total ciento cuatro guerreros...-empezó a decir el general Dorernil.
-          Ciento cinco guerreros.-interrumpió Denlaf- Ciento cinco.
-          No puedes luchar,- dijo Danthor- no te lo permitiré.
-          Padre , ya no soy un niño pequeño. Tu mismo me enseñaste a luchar y a tirar con arco.
-          .... ... ...
-          No me dijiste que tenía que estar preparado para el futuro, para defender a la familia, para defender a la patria.
-          .... ...
-          Y no te prometí que haría todo lo que dijiste.
-          ...
-          Ya es hora de que lo cumpla.
-          Ten cuidado, hijo
-          Que alguien traiga un arco.- exclamó el capitán.- Somos ciento cinco.     
     

Comentarios  
menendil
#1 menendil 09-10-2007 11:20
para cuando la segunda parte?
Elessar17
#2 Elessar17 17-02-2009 07:54
¡Eso ,eso, 2ªparte! Aunque he de decir que para mejorarlo, podrías poner esos signos de exclamación que te faltan, que le dan más emoción al relato sin cambiarlo ni un poco.

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